El mundo corre en open source: con calma pero con firmeza ha conquistado el ámbito mobile, la nube, Internet de las Cosas y todo lo que ya enumeramos en este artículo. Sin embargo, esto no significa que las cosas estén resueltas: aun le esperan desafíos en el camino.
Qué pasa con los productos cerrados que derivan de elementos abiertos, por qué el software libre sigue invisibilizado, cómo mejorar su rentabilidad, qué hacer en materia de inclusión y cuál es la situación en Argentina. Cinco especialistas en el tema responden a estas preguntas.
El espíritu del software libre, en toda la cadena de producción
Una de las batallas que observan los expertos consultados es la de los fabricantes. Es que, si bien el software libre está presente en muchos de los desarrollos tecnológicos con los que vivimos cotidianamente, lo cierto es que el usuario no cuenta con las libertades correspondientes. “Hoy es bastante difícil comprar una TV y modificar el código para ver los canales de Australia, ya que la mentalidad del software libre no termina de llegar a los manufacturadores”, reflexionó Aleix Pol González, desarrollador de software en BlueSystems y presidente de la KDE, una comunidad internacional que desarrolla software libre. Esto sucede porque, si bien los productos parten de código abierto, las marcas los comercializan cerrados.
Aquí entra en juego un segundo aspecto del problema: además de la personalización de las herramientas, es fundamental su auditoría. “¿Hasta qué punto puedes saber que no se está mandando la información de lo que consumes a nadie sin software libre? En la actualidad, el modelo de negocio está muy ligado a la prostitución de estos datos; por eso creo que la lucha ya no está en convencer a la industria de que el open source es importante sino de que los derechos de los consumidores son esenciales, y que mediante esta forma de producir es que podremos asegurarlos”, completó el presidente de la KDE.
En este sentido, desde esta comunidad internacional ofrecen no solo herramientas sino sistemas operativos alternativos a Microsoft e iOS y un software para mobile (todo centrado en la privacidad de los usuarios).
Ojos que no ven, billeteras que permanecen cerradas
“En la industria aun no es transparente cuánto se depende del software libre; por ejemplo, ¿qué pasaría si cerrara PyPI, el repositorio de paquetes para phyton, por un día?”, afirmó Celia Cintas, doctora en Ciencias de la Computación y miembro de LinuxChix. Parte de este problema está vinculado con lo que mencionamos anteriormente: la ética involucrada en el código abierto no llega al usuario final, que recibe un software propietario desarrollado a partir de elementos open source.
Pero este usuario final no somos solo nosotros sino también las personas encargadas de tomar decisiones en el Estado, por ejemplo. Y aquí el ocultamiento de las herramientas abiertas y sus características es más relevante. Históricamente se han adoptado soluciones informáticas privativas –de la mano de empresas como Microsoft e IBM– que hoy son difíciles de reemplazar (entre otras cosas, porque requerirían de una migración de información monumental). Sin embargo, es preciso destacar la existencia de opciones libres y su importancia para la privacidad y la seguridad de la ciudadanía. En esta línea, “el software libre está en una posición más privilegiada que hace 30 años. Hoy se lo toma en serio y en parte es gracias a que los principales competidores del mercado lo señalaron como un igual. Ahora que tenemos más consciencia, creo que podremos empezar a discutir estas cuestiones en el plano institucional”, confió Victoria Martínez de la Cruz, Sr. Software Engineering, Team Leader de Red Hat Argentina y fundadora de LinuxChix Argentina.
En la misma línea, Ezequiel García (Principal Engineer en Collabora) advirtió que el desafío está en ser capaces de vender los méritos éticos del open source. “Hay un montón de razones de orden específico, técnico, de negocios y de costos que hacen del software libre la mejor opción, pero a veces falta explicarlos”, consideró.
Y, ya que mencionamos los costos, se vuelve necesario abordar la rentabilidad de las soluciones informáticas abiertas. Si bien entre los mitos que enumeramos en esta nota hablamos de la idea incorrecta de que el trabajo en proyectos abiertos es gratuito, esto no significa que el dinero no sea un tema a abordar. “No es trivial tener modelos de negocios alrededor del open source y hay muchas personas que lo están analizando. Me parece que una de las claves está en entender que no hace falta ser ricos, lo que se necesita es que la gente pueda trabajar y que crear buenas herramientas sea un incentivo mayor que desarrollar plataformas de juego adictivas. A partir de aquí creo que tenemos el modelo de negocio”, describió Aleix Pol.
Las mujeres y los jóvenes
Otro punto fundamental a resolver es el de la inclusión de género en todo el campo de la informática y el software abierto no es la excepción. “Dentro del desarrollo de tecnología hay una brecha de género importantísima pero si miramos particularmente la porción open source, esto se profundiza aun más”, evidenció Martínez de la Cruz. Por eso existen iniciativas como LinuxChix, que unen a las mujeres que trabajan en esto, al tiempo que buscan ayudar a que más mujeres den sus primeros pasos como usuarias y creadoras en el rubro de la tecnología.
También hay programas de pasantías remuneradas como las de outreachy.org –donde Martínez de la Cruz es mentora–, que intentan cubrir una deuda: la falta de puestos junior para quienes recién arrancan en open source. “Aportar en software libre de forma sostenida es tener muchos privilegios: el primero es poder donar tiempo. Pero no todos están en condiciones de hacerlo, hay que disponer de ese espacio y hay que tener, por así decirlo, las necesidades básicas satisfechas. Lo ideal sería que la oportunidad estuviese al alcance de cualquiera, por eso las pasantías remuneradas son una forma de ir hacia eso”, apuntó Cintas.
Desde la KDE también observaron el problema: “Somos muchos hombres, y a nivel informático no remunerado la situación empeora. Por eso nuestro reto como comunidad es poder emplear gente que se ha dedicado a esto y que, de lo contrario, eventualmente se irá a trabajar a proyectos cerrados”, reveló su Presidente.
¿Y Argentina?
Lisandro Pérez Meyer –profesional de apoyo a la investigación de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, miembro del Grupo de Microelectrónica en la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca)– observó que en el país la comunidad de software libre no está creciendo como le gustaría. “Creo que veníamos bien hasta el advenimiento de los celulares. Hoy, la gran mayoría de los chicos prefiere programar aplicaciones, ya que encuentran una combinación entre interés y dinero. Por supuesto que esto no está mal, pero me hace cuestionar si ayuda a generar la posibilidad de entender y usar más open source”, consideró.
La preocupación, entonces, parece girar hacia la formación de los ingenieros: “En los 90 hubo un desembarco fuerte de Microsoft en las universidades, así como también de MATLAB –un software cerrado de uso científico–. Buscando, en mis años de estudiante descubrí la existencia de Scilab, una alternativa libre que no era tenida en cuenta por una cuestión de costumbre. El tema es que detrás de esto se esconde la fidelización de clientes”, opinó García. Por eso, afirmó que es urgente la formación de formadores e ingenieros, para que conozcan las alternativas y para que puedan pensarse como parte de un mundo.
Otro de los puntos que García tampoco ve que suceda en Argentina está vinculado a la colaboración: “Como desarrollador de open source participo activamente de grupos, listas de correo y chats; cuando veo que algo no funciona, lo reporto; cuando alguien publica una modificación, la descargo y la reviso. Es un procedimiento estándar que se da muy poco en Sudamérica; creo que falta pensarnos como un país inserto en el mundo para salir a participar libremente”, alentó. “Se trata de aceptar la responsabilidad y reconocer que todos somos iguales, ni mejores ni peores que otros”, completó.
Participar de una comunidad parece tener múltiples ventajas, que van desde ser parte de algo más grande que nosotros hasta interactuar con personas culturalmente diferentes. Pero también conlleva desafíos: hay códigos de conducta que respetar, habilidades comunicativas que pulir e incluso egos que moderar. Se trata de hacerse nuevas preguntas, de estar dispuestos a aprender rápida y constantemente y, tal vez, de cambiar la forma de ver el mundo. “Al fin y al cabo, que te den dinero para hacer algo no significa que vayas a trabajar mejor o peor, solo indica que vas a estar ‘obligado’ a dedicarle unas horas al día. Pero eso no hará que, como persona, seas más inteligente, ni más productivo ni más guapo”, concluyó Aleix Pol.
Esta nota es parte de una serie de artículos acerca del mundo open source. Acá están los restantes: «Qué es | Open source: introducción al mundo de la colaboración», “Piedra libre para el software open source: lugares donde está sin ser visto” y “Tres mitos del software open source: especificidad, rentabilidad y confiabilidad”.
[…] Esta nota es parte de una serie de artículos acerca del mundo open source. Acá están las restantes: “Piedra libre para el software open source: lugares donde está sin ser visto”, “Tres mitos del software open source: especificidad, rentabilidad y confiabilidad” y “Cuatro desafíos del software open source”. […]
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[…] sobre derechos, monetización, apropiación de tecnologías y qué significa lo abierto: Cuatro desafíos del software open source. Siempre teniendo en cuenta que El código abierto lidera la transformación […]
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